domingo, 8 de marzo de 2020

La decepción


No me es fácil sentir decepción por la sencilla razón de que hay muy poca gente de la que espere algo. De la mayoría no espero nada y me he llevado más de una sorpresa agradable, la verdad. Puede que no suene muy bien, pero es la verdad. Es una lección que aprendí muy joven y que me resultó muy valiosa en su momento. Ahora no es algo en lo que suela pensar hasta que un día ocurre algo como lo que me ocurrió el viernes.

Como he dicho, no suelo esperar nada de la gente así en general, pero hay gente de la que sí espero y mucho. Son personas en las que, además, confío totalmente. Cuando una de esas personas te falla, te demuestra que estabas equivocada, lo peor no es la decepción sino el dolor que ello conlleva.

El dolor que solo te puede causar alguien en quien depositaste toda tu confianza ciegamente. Si lo lees así, en frío, seguro que estás diciendo que no se puede confiar así en nadie... pero piensa en tus amigxs más íntimxs, en tus padres/hijxs/hermanxs... todxs tenemos al menos un puñado de personas con las que creemos que podemos contar pase lo que pase.

El viernes empezó como todos los demás días, como un día más, pero bien temprano se torció. Una conversación telefónica que parecía de lo más normal, que yo creí que era incluso algo coloquial aunque el tema fuera serio, se torció y aun no entiendo el motivo.

El problema no son los malos modos, ni los gritos, ni siquiera la falta de respeto (hacia mí, aunque me acusó de ser yo quien lo había faltado). El problema es el quebranto de la confianza. El problema es que alguien a quien yo consideraba un pilar inamovible, alguien de absoluta y total confianza, demostró que en un mal momento es capaz de dejarme tirada sin mirar atrás.

Tengo que decir que hablo de una persona magnífica, en serio, fuera de lo común. Pero tiene defectos, como los tenemos todxs y uno de ellos es que cuando se ofusca se vuelve absolutamente irracional y no piensa antes de hablar. Suelta palabras, frases, ideas, de las que después se arrepiente. Y así fue.

Pero el problema con las palabras es que, una vez dichas, no las puedes borrar. El problema con la confianza es que, una vez quebrada, es muy difícil restaurarla. El problema con el dolor provocado por la decepción es que es tan grande que en este momento me ahoga.

Lamento profundamente la pérdida de la relación con alguien a quien he considerado mucho más que un amigo, era un miembro de mi familia. Por si te lo preguntas, no lo he borrado de mi vida. Dadas las circunstancias, no podría; pero tampoco quiero hacerlo.

Esxs que dicen que tienes que tratar a otrxs tal como ellxs te tratan a ti... no sé qué clase de camaleones son pero yo solo puedo tratar a la gente según soy yo, no según ellxs me traten a mí. Así que, aunque yo no pueda contar con él, él si puede contar conmigo.






PS: Por cierto, ya sé que no he contado la situación ni el problema que la ha generado pero lo he hecho conscientemente. Esta publicación solo responde a mi necesidad de exteriorizar lo que siento como mejor lo he hecho siempre, escribiendo. No pretendo buscar jueces que me den o me quiten la razón.