Había una vez una princesa... o podría haberlo sido si hubiese vivido en un cuento de hadas, pero no le tocó vivir un cuento.
Había una mujer que, como ya conté, un día se perdió en uno de los bosques más tenebrosos de la vida, del que muy pocas personas consiguieron salir indemnes. Estuvo perdida algún tiempo, toda una eternidad, pero ella no era cualquiera, era una mujer fuerte, muy fuerte y aguantó, resistió. Y, por casualidad o por cosas del destino, ya hace un año que supimos que se había perdido.
Ese reencuentro fue intenso y emotivo pero había mucho camino que recorrer y no iba a ser un camino fácil porque, como ya dije, el bosque era oscuro, denso y tenebroso. Nosotrxs, sus hermanxs, podíamos animarla y cogerla de la mano y apoyarla, pero de ese bosque nadie la podía sacar, debía salir sola.
No puedo ni imaginar cómo ha debido ser esa tortuosa senda sin poder contar con nada más que con su intención, con su inquebrantable voluntad.
No puedo ni imaginar cómo ha debido ser esa tortuosa senda sin poder contar con nada más que con su intención, con su inquebrantable voluntad.
Nunca dudé de que saldría porque la conozco y cuando toma una decisión la lleva hasta el final. Pero lo que sí resultó sorprendente fue lo poco que tardó en liberarse de esa pesadilla. Fue quemando etapas en un tiempo récord armada solo con su fuerza de voluntad.
En estos doce meses han ocurrido muchas cosas, muchísimas vivencias de cada unx de nosotrxs cinco que hemos compartido como lo que somos, una Familia, así, con mayúsculas. Porque, pase lo que pase, al final siempre nos tendremos lxs unxs a lxs otrxs.
Este año, desde el 15 de agosto de 2017, hemos aprendido (al menos yo) muchísimo sobre nosotrxs y sobre la vida. Este año, un año de amor desde el reencuentro, somos lxs mismxs pero ya nunca volveremos a ser iguales.
Había una vez una guerrera... Va por ti, va por vosotrxs.
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