viernes, 4 de diciembre de 2020

A veces...


A veces la vida es demasiado. A veces, la vida es mucho más de lo que puedes soportar.

A veces tienes la sensación de que ya no puedes seguir llevando el peso que te han puesto sobre los hombros.

A veces, se suman un montón de cuestiones sin importancia hasta hacer una montaña y a ella se suman problemas del tamaño de montañas.

Hace mucho que no actualizo y las últimas entradas han hecho referencia a cambios y dificultades sin hablar de ellos directamente. Ahora te lo cuento.

En noviembre de 2018 me faltaron unos segundos para no contarlo... unos minutos después de desayunar me empecé a ahogar. El aire no me pasaba y era incapaz de respirar. No sé si la situación duró segundos o minutos pero a mí se me hicieron eternos.

Ya había notado algún problema respiratorio desde días antes pero infinitamente más leves. Me puse a pensar a qué podía deberse y llegué a la conclusión (por descarte) de que tenía alergia a la harina de trigo o a alguno de sus componentes.

Pedí cita en la seguridad social con un especialista y, naturalmente,  me la dieron para cinco meses y medio después. Mientras tanto, hice algunos «experimentos» porque no podía dejar de lado la harina de trigo durante tantos meses sin saber si realmente tenía problemas con ella.

Cuando hablo de experimentos me refiero a probar pequeñas cantidades de pan, bizcocho o galletas y ver cómo reaccionaba. Los experimentos confirmaban mis sospechas pero, obviamente, sin pruebas médicas no podía saberlo.

Mi hermano (Daniel, el mejor hermano que alguien pueda tener) me pidió cita en una clínica privada de renombre en mi provincia (Clínica Lobatón) y después de un par de pruebas básicas me dijeron que habría que hacer más pruebas pero que en su opinión profesional, no creía que fuera alérgica al trigo ya que es una alergia extremadamente rara y, por lo tanto, no podía ni tenerla en  cuenta. Por su parte, la enfermera también me dijo que la alergia al trigo no daba esos síntomas... no paro de leer a gente que sí los tiene pero estos profesionales me dijeron que no creían que mis sospechas tuvieran fundamento; aun así, me dijeron que si me sentaba mal el trigo, no lo comiera. Muy bien señores y señoras de la Clínica Lobatón en Cádiz.

Si no es alergia, tengo problemas respiratorios y tanto mi padre como mi madre murieron con cáncer de pulmón... bueno, ya no hay quien te saque la idea de la cabeza.

Pues viví con esa duda durante meses. Primero esperando la cita con el especialista de la seguridad social y después esperando el resultado de pruebas y más pruebas... casi un año de incertidumbre.

Tengo que decir que toda la decepción que sentí tras la cita en la clínica privada hizo que la cita con el médico de la seguridad social fuera una experiencia maravillosa. El médico resultó ser un hombre serio, muy serio, seco incluso, pero que me explicó las cosas de forma bastante clara, respondió a todas mis preguntas y no me hizo sentir como si fuera una paranoica o una hipocondríaca o una loca de la modernidad que se ha apuntado a la guerra contra el gluten...

Resulta que soy, desde que puedo recordar, alérgica a los ácaros y al polen de gramíneas y olivo. Al parecer, esa alergia ambiental se puede complicar pasando a los alimentos. No sé cómo se llama el proceso ni cómo tiene lugar pero no parece que yo sea la única persona en el mundo con este problema. Según mi médico me explicó, los alimentos se pueden considerar pólenes maduros, de manera que si la alergia empeora, pasa a ser también alimentaria.

Pues esta complicación se traduce en que no puedo comer ningún alimento que proceda de las gramíneas. Al principio solo eran el trigo, la cebada y el centeno y todos los frutos secos. Desde hace unos meses tampoco puedo comer maíz ni arroz. De esta manera, si quiero comer pan lo tengo que hacer en casa y con harina de trigo sarraceno y almidón de yuca.

Por otro lado, también soy alérgica (al parecer, por alguna extraña relación con los ácaros) al pescado azul y al marisco (el marisco no me ha gustado nunca así que, sin problema) y, desde este último mes de julio tampoco puedo comer huevos.

Además de eso, he desarrollado una alergia muy importante a perros y gatos (en realidad, a la caspa del pelo de perros y gatos). Puesto que todxs mis hermanxs viven con perros o con perros y gatos, no puedo visitar a ninguno de ellxs... ni estar demasiado rato cerca de alguien que los tenga, porque es inevitable llevar pelos en la ropa...

Pues todo este rollo se traduce en algo tan simple como: no puedo comer nada que no haga yo y en casa (por lo de la contaminación cruzada). Si la contaminación cruzada es un tema serio cuando tienes una alergia o una intolerancia, imagina si tienes alergia a toooodas las cosas que te he enumerado más arriba. Es decir, nada de quedar con amigxs para comer o cenar, nada de pedir comida para llevar, nada de... nada.

Mi vida no es ordenada, no tengo unos horarios fijos e inmutables por lo que en el pasado más de una vez tenía que comer fuera de casa. Ahora no me lo puedo permitir. ¿Te puedes imaginar cómo se ha limitado mi vida en los últimos dos años?

Pues, como decía al principio, a veces, a estas pequeñas cosas se le suman otras pequeñas cosas y otras cosas muy grandes y sientes que es demasiado, que la vida te viene grande.

Por supuesto, son pequeños momentos de debilidad que todxs tenemos. No hay nada con lo que no podamos... sobre todo, si estamos bien rodeadxs.

Te he contado los hechos como los he estado viviendo, con todo su dramatismo y seriedad, pero me he dejado un detalle importante: no soy muy de rendirme. Soy de esas personas a las que cuando les dices no puedes, te responden ¿cómo que no?.

Cuando tuve que dejar el trigo, empecé a hacer pan y repostería con harina de maíz y arroz. Después, cuando ya no pude usarlas, empecé a usar la harina de trigo sarraceno y el almidón de yuca. Posteriormente, cuando tuve que dejar los huevos, pasé a experimentar con repostería vegana. Las dos últimas tartas que he hecho (de chocolate y menta y de calabaza especiada con crema de queso) son sin cereales y sin huevo y están espectaculares (si te interesan estas recetas, avísame y las subo a mi blog de cocina). Ahora todos los ingredientes son más caros, pero no puedo decir que no pueda hacer tartas (la próxima, una black velvet).

Y otro dato importante, mi perra no me da alergia y eso es una noticia espectacularmente buena.


Así que sí, a veces tienes la sensación de que la vida es demasiado para ti pero entonces te dices a ti mismx que te dejes de dramas que hay mucho por hacer, y se te pasa. 😘😘😘





domingo, 8 de marzo de 2020

La decepción


No me es fácil sentir decepción por la sencilla razón de que hay muy poca gente de la que espere algo. De la mayoría no espero nada y me he llevado más de una sorpresa agradable, la verdad. Puede que no suene muy bien, pero es la verdad. Es una lección que aprendí muy joven y que me resultó muy valiosa en su momento. Ahora no es algo en lo que suela pensar hasta que un día ocurre algo como lo que me ocurrió el viernes.

Como he dicho, no suelo esperar nada de la gente así en general, pero hay gente de la que sí espero y mucho. Son personas en las que, además, confío totalmente. Cuando una de esas personas te falla, te demuestra que estabas equivocada, lo peor no es la decepción sino el dolor que ello conlleva.

El dolor que solo te puede causar alguien en quien depositaste toda tu confianza ciegamente. Si lo lees así, en frío, seguro que estás diciendo que no se puede confiar así en nadie... pero piensa en tus amigxs más íntimxs, en tus padres/hijxs/hermanxs... todxs tenemos al menos un puñado de personas con las que creemos que podemos contar pase lo que pase.

El viernes empezó como todos los demás días, como un día más, pero bien temprano se torció. Una conversación telefónica que parecía de lo más normal, que yo creí que era incluso algo coloquial aunque el tema fuera serio, se torció y aun no entiendo el motivo.

El problema no son los malos modos, ni los gritos, ni siquiera la falta de respeto (hacia mí, aunque me acusó de ser yo quien lo había faltado). El problema es el quebranto de la confianza. El problema es que alguien a quien yo consideraba un pilar inamovible, alguien de absoluta y total confianza, demostró que en un mal momento es capaz de dejarme tirada sin mirar atrás.

Tengo que decir que hablo de una persona magnífica, en serio, fuera de lo común. Pero tiene defectos, como los tenemos todxs y uno de ellos es que cuando se ofusca se vuelve absolutamente irracional y no piensa antes de hablar. Suelta palabras, frases, ideas, de las que después se arrepiente. Y así fue.

Pero el problema con las palabras es que, una vez dichas, no las puedes borrar. El problema con la confianza es que, una vez quebrada, es muy difícil restaurarla. El problema con el dolor provocado por la decepción es que es tan grande que en este momento me ahoga.

Lamento profundamente la pérdida de la relación con alguien a quien he considerado mucho más que un amigo, era un miembro de mi familia. Por si te lo preguntas, no lo he borrado de mi vida. Dadas las circunstancias, no podría; pero tampoco quiero hacerlo.

Esxs que dicen que tienes que tratar a otrxs tal como ellxs te tratan a ti... no sé qué clase de camaleones son pero yo solo puedo tratar a la gente según soy yo, no según ellxs me traten a mí. Así que, aunque yo no pueda contar con él, él si puede contar conmigo.






PS: Por cierto, ya sé que no he contado la situación ni el problema que la ha generado pero lo he hecho conscientemente. Esta publicación solo responde a mi necesidad de exteriorizar lo que siento como mejor lo he hecho siempre, escribiendo. No pretendo buscar jueces que me den o me quiten la razón.