martes, 7 de octubre de 2014

Mi abuela Rosario

Siempre creí que el tiempo lo cura todo y que las ausencias se hacen más llevaderas con el paso de los años.

Es cierto que, al menos en mi caso, el dolor agudo y punzante que aparece en el momento de la pérdida se va convirtiendo en un dolor sordo pero crónico con el que aprendes a vivir. Lo que no puedo evitar es echar de menos, cada día, a mi madre y a mi abuela.

Recuerdo que cuando falleció mi madre, hace casi tres años, una vez superado el shock inicial, lo primero en lo que pensé fue en llamar a mi abuela.

Esa no fue la primera vez que me ocurría y un momento después, cuando me doy cuenta de que no es posible (mi abuela nos dejó en el 98), tengo la sensación de que la realidad me golpea en la cara.

Mi abuela Rosario

No pienses que mi abuela era como la que salía en Heidi, una bondadosa ancianita con un moño blanco. Nada de eso. Era una mujer fuerte y enérgica con un carácter aún más fuerte. Aún recuerdo lo mal que le sentaba que el frutero la llamara "Charo", "me pusieron Rosario, no Charo, así que ya lo sabe". ¡Era genial!

No era una mujer muy dada a las expresiones de cariño (en mi familia casi ninguno lo somos), cuando yo la abrazaba y le daba un beso me decía (riendo) "quita, quita, que mira cómo estoy" y sacaba un pañuelo de su bolsillo para secarse el sudor de la cara. De todas formas, con sus nietos era más cálida que con sus hijos (a mi madre le pasó lo mismo) y, aunque nos quería a todos muchísimo, sentía una especial adoración por su primera nieta, mi prima Mari Paz, y por mí, la primera nieta de su hija menor (por la que también sentía cierta debilidad). Lo cierto es que yo me entendía mejor con mi abuela que con mi madre (con la que chocaba mucho), y solía ser ella la que mediaba entre las dos.



Por eso no es de extrañar que, cada vez que me ocurre algo importante, mi primer impulso sea llamarla para contárselo.

A pesar del tiempo transcurrido, no me cuesta nada recordarla: su cara, sus gestos, sus expresiones... no me cuesta nada "oírla" diciendo "quita los chismitos de en medio para que tu madre no se disguste".

También recuerdo lo buena cocinera que era. Una simple chuleta a la plancha con patatas fritas, si las hacía ella, subían a la categoría de manjar. Mi madre era muy buena cocinera pero mi abuela era mejor; sus croquetas eran... trozos de gloria.

Mi abuela Rosario pelando patatas

Dicen que a palos se aprende y ella era muy sabia. Yo siempre le decía que era muy mal pensada cuando "auguraba" algo que iba a pasar o que alguien iba a hacer. Siempre quedaba impresionada cuando lo que ella había predicho llegaba a ocurrir.

Tuvo una vida muy dura, como la mayoría de la gente (aun más las mujeres) que vivió el trozo de historia que le tocó vivir a ella. Nació en abril de 1918 y fue testigo de los capítulos más duros de la historia reciente de este país. Cuando era pequeña (todavía vivíamos en su casa) recuerdo que, aunque aun le daba algo de aprensión (para no decir miedo, que suena fatal), el día que había que votar se levantaba temprano, se arreglaba e iba muy orgullosa a hacer uso de su derecho.

Mi abuela y mi madre con mi hermana Raquel, disfrazada de vampiro,
emulando a Lestat
Los sábados solía ir a su casa y, cuando nos sentábamos en la mesa camilla, solía contarme historias de cuando era joven. Recuerdo haber fantaseado con la idea de crear una novela con su historia. Y ella decía que sí, que sus historias darían para un libro.

Hoy es su día, el día de la Virgen del Rosario; Llevo varios días alrededor de este post y hoy me parecía un buen día para publicarlo y decir que la echo de menos tanto como el primer día que nos faltó.


PS: Las fotos no son muy buenas pero están sacadas de los álbumes familiares y tienen muchos años.


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